Conversaciones sobre René Girard

Desde mis años en la Universidad de Navarra he tenido un cierto interés por René Girard, gracias a don Alejandro Llano, quien nos habló de él por primera vez. Su libro sobre Girard, “Deseo, violencia, sacrificio: el secreto del mito según René Girard” es uno de esos libros que están en esa categoría un poco vaga de “libros por leer”, distinta de esa otra, menos vaga, de “libros por leer”, si saben a lo que me refiero.

Recientemente, René Girard ha vuelto a aparecer con fuerza en mis lecturas, en discusiones en Internet, incluso en el panorama académico. En una época de muchas confusiones, creo que estamos viviendo una nueva ola de interés por Girard para tratar entender nuestro mundo. Recientemente, por ejemplo, Compact Magazine publicó “René Girard and the Rise of Victim Power“, sobre uno de los grandes temas de nuestro tiempo. Con un ánimo mucho más exhaustivo, Johnathan Bi y David Perell acaban de sacar esta serie de podcasts, que son toda una educación en el pensamiento de Girard, con referencias constantes a eventos contemporáneos. Son largos, pero valen mucho la pena. En época de redes sociales, de cultura de la cancelación, de polarización y divisiones diabólicas, sus teorías sobre el deseo mimético y el chivo expiatorio resultan más actuales que nunca. En los últimos años, por otra parte, he pensado mucho sobre el deseo, en lo paradójicamente difícil que es saber lo que verdaderamente deseamos y lo importante que es purificar y descubrir qué es eso que verdaderamente desea el corazón, sin máscaras ni pretensiones. Lo pienso tanto para mí como para amigos y mis estudiantes. Pienso en el papel del deseo en la educación. El Papa Benedicto XVI tiene una audiencia estupenda sobre lo necesaria que es una nueva pedagogía del deseo de la que me acordé recientemente cuando leía una de las catequesis del Papa Francisco sobre el discernimiento, dedicada también al deseo, en la que nos pone a pensar qué le responderíamos al Señor si nos preguntara “¿qué quieres que haga yo por ti?” Parece una pregunta sencilla. ¿Acaso no solemos pensar constantemente en todas las cosas que deseamos? Pero de repente, confrontados con Dios, con quien realmente podría hacerlas realidad, pero ante quien los deseos vanos se desenmascaran fácilmente, la pregunta empieza a complicarse, como aquello de san Agustín, que deseaba la castidad, pero no todavía. (Cuando estaba en el colegio, alguien una vez me preguntó “¿Qué desea tu corazón?” y se me saltaron las lágrimas. Cosas de la adolescencia, seguro, pero no sólo).

Este año, pues, he decidido que sería el año de René Girard, así que con el apoyo del Institute of Human Ecology de mi universidad he organizado una serie de discusiones sobre el pensamiento de Girard. Discutiremos “Veo a Satán caer como el relámpago” y conversaremos sobre cómo sus teorías se reflejan en nuestra sociedad. Hablaremos sobre una novela contemporánea, “Minor Indignities”, de un novelista que ha estudiado a Girard, y una película “There Will Be Blood”, que recomiendo vivamente.

El año pasado, una de esas muchas apariciones de Girard que mencionaba me llegó a través del libro de Luke Burgis, “Wanting: The Power of Mimetic Desire in Everyday Life“. Lo comencé con escepticismo, con el temor de que fuera uno de esos libros de autoayuda que se repiten hasta el agotamiento, pero lo terminé convencida de que es la introducción perfecta al pensamiento de Girard y un libro que puede ser ocasión de conversiones profundas. Para mí fue como leer un libro espiritual, de esos revelan rincones desconocidos del corazón. Luke ha emprendido varios negocios y está imbuido en ese mundo de la tecnología, el dinero, lo práctico, lo medible, lo eficaz, pero no vive de esa lógica. Durante un tiempo fue seminarista así que conoce bien su teología y su filosofía, y tiene una visión profundamente humana del emprendimiento. Hay un artículo suyo que me gusta muchos sobre “las tres ciudades”: Atenas, Jerusalén, Silicon Valley. Luke es un pensador único porque él mismo encarna estas tres ciudades en lo que hace y por eso en sus escritos reluce la sabiduría de siempre, la philosophia perennis, pero encarnada desde una perspectiva siempre original, refrescante. Como Luke trabaja en mi universidad, tenemos la suerte de contar con él en la primera discusión, como un buen abrebocas de lo que se viene. Bishop Barron le hizo una entrevista excelente sobre el libro. Bishop Barron, por cierto, dice que está convencido de que en cien años René Girard será recordado como uno de los Padres de la Iglesia. ¿Exageración? Ya les contaré al final de las discusiones. No sé aún mucho sobre la conversión al Catolicismo de Girard, pero sé que es parte central de su pensamiento. Por eso hemos colado en las discusiones un librito de Cynthia Haven, buena amiga de Girard y autora de su biografía, que narra ese momento casi místico que Girard describía diciendo “Everything came to me at once“.

Tengo ilusión de ver qué surge en las conversaciones y en las lecturas, y qué manzanas podré robarme para el blog.

Algunas reflexiones sobre la Antología del Jardín

Estoy muy contenta por cómo ha quedado la Antología del Jardín. Ha sido una buena disciplina diaria, he vuelto a poemas que siempre muy míos, he descubierto nuevos y me he dado cuenta de mis muchos vacíos. Por ejemplo, lo poco que leo poesía que no esté escrita originalmente en inglés o en español, la dieta predominantemente española y norteamericana, ¿lo más o menos contemporáneo de mis lecturas? Por ignorancia habrá más de una ausencia notable.

Hay antologías dentro de la antología. Al menos un poema semanal (por lo general, los domingos) es un poema de temática religiosa. Entre ellos hay un buen puñado, muchos reunidos en diciembre, dedicados a la Virgen María (quien también aparece como poeta del más grandioso de los poemas). Más explícitamente, los de noviembre giran sobre la muerte, aunque hay otros fuera de noviembre sobre el mismo tema. Se podría hacer una antología de poetas españoles contemporáneos—lo que más leo, en realidad—y otra más breve de poetas colombianos. En un plano más personal, se podrían resaltar un par constelaciones que agrupan a “familias de poetas”. Hay un par de poetas que por ser también críticos son como fuerzas gravitatorias que han logrado constituir su propio sistema solar. A estos les debo el descubrimiento de muchos otros poetas. Si bien no son los únicos, tengo una gran deuda con dos en particular: Dana Gioia en inglés y Enrique García-Máiquez en español.

Poetry Foundation y Poets son dos páginas excelentes a las que también les debe mucho este Jardín. Me extraña que no exista nada comparable en español. Sus parientes hispánicas, Poemas del Alma y A Media Voz, están lejos de la calidad de aquellas.

La idea del Jardín comenzó, en parte, a raíz de un artículo sobre cómo la lectura lenta de un poema es una pequeña arma para luchar contra la economía de la atención, que es nuestro recurso más sagrado (porque es la materia de la vida misma y, por tanto, del alma). Mi 2022 ha sido un año más bien pobre en lecturas. Las novelas que he intentado leer se me caían de las manos. Quizá sean los estragos de la economía de la atención, quizá una cierta indigestión con el doctorado. La excepción ha sido la poesía que, como dice un verso de EG-M, a diferencia de la novela y los cuentos, “lo da todo sin pedir casi nada.” Cada uno de los poemas me ha emocionado y reconciliado con la literatura, ese extraño poder que tiene el “poner cosas normales en frasecitas cortas“.

ENERO

#1 After the Gentle Poet Kobayashi Issa (Issa, Trad. Robert Hass) 

#2 Todo lo azul del mundo (Pedro Sevilla) 

#3 One Art (Elizabeth Bishop)

#4 Sancta Sanctorum (Daniel Cotta)

#5 Now I Become Myself (May Sarton)

#6 Journey of the Magi (T. S. Eliot) 

#7 Para alguien (Mascha Kaléko, Trad. Inmaculada Moreno) 

#8 Bird Feeder (Marilyn Nelson)

#9 De qué me serviría (Susana Benet) 

#10 Alto jornal (Claudio Rodríguez) 

#11 Oda a los calcetines (Pablo Neruda)

#12 Face It (Ryan Wilson) 

#13 Biblioteca (Enrique García-Máiquez)

#14 Solitude (Irvin W. Underhill) 

#15 Árbol genealógico (Rosa Berbel)

#16 A Blessing (James Wright) 

#17 Vermeer (Wisława Szymborska, Trad. Abel Murcia)

#18 Letter (Franz Wright) 

#19 Playa de enero (Felipe Benítez Reyes) 

#20 Some Trees (John Ashbery)

#21 Canción que nunca pone el pie en el suelo (Luis Rosales)

#22 By The Babe Unborn (G. K. Chesterton) 

#23 [Eres la disponible eternidad] (Carlos Pujol)

#24 Flickering Mind (Denise Levertov) 

#25 Los justos (Jorge Luis Borges) 

#26 Matinee (Patrick Phillips) 

#27 La ventana de Keats (Andrés Trapiello)

#28 The Power of Taste (Zbigniew Herbert, Trad. John y Bogdana Carpenter) 

#29 Pequeña poética (José Luis de la Cuesta)

#30 Holy Sonnet (XIV) (John Donne)

#31 Proyectos de futuro (Vicente Gallego) 

FEBRERO

#32 Marriage of Many Years (Dana Gioia)

#33 Aritmética (Raquel Lanseros) 

#34 Caballos en la nieve (Miguel d’Ors) 

#35 Horses (Edwin Muir) 

#36 También mueren caballos en combate (Julio Martínez Mesanza) 

#37 Because You Asked about the Line Between Prose and Poetry (Howard Nemerov)

#38 La respuesta de la tierra (José Asunción Silva)

#39 For What Binds Us (Jane Hirshfield)

#40 Regreso de la Ulzama (Gabriel Insausti)

#41 A Shropshire Lad XL (A. E. Housman) 

#42 [Imagínate a Bach] (José Cereijo) 

#43 Accidents of Birth (William Meredith)

#44 Love III (George Herbert)

#45 Vértigo (Julio Rodríguez) 

#46 Joy (Clarissa Scott Delaney) 

#47 Nightmare (Ángel Mendoza)

#48 Dialogue: A Poem (Helen Pinkerton)

#49 La vida sencilla (Octavio Paz)

#50 In the Nursing Home (Jane Kenyon) 

#51 Escrito a cada instante (Leopoldo Panero) 

#52 Driving to Town to Mail a Letter (Robert Bly) 

#53 The Mother (Gwendolyn Brooks) 

#54 Otro homenaje a la cursilería (José Emilio Pacheco)

#55 Eighth Air Force (Randall Jarrell) 

#56 Las lenguas del viento (Santiago de Navascués)

#57 Strange Meeting (Wilfred Owen) 

#58 Aléjame de la barbarie (Carmelo Guillén Acosta)

#59 To Winter (Claude McKay) 

MARZO

#60 Negación de las puertas (Luigi Amara)

#61 Amor constante, más allá de la muerte (Francisco de Quevedo)

#62 Kyoto: March (Gary Snyder) 

#63 Cocina (Piedad Bonnett) 

#64 Evening (Rainer Maria Rilke, Trad. Stephen Mitchell) 

#65 El violín (Mario Míguez) 

#66 Lot’s Wife (Anna Akhmatova, trad. Richard Wilbur) 

#67 La confesión de Adán (Amalia Bautista) 

#68 Perhaps the World Ends Here (Joy Harjo) 

#69 Cuando la tierra fría (Tomás de Iriarte) 

#70 So Many Constellations (Paul Celan, trad. Pierre Joris)

#71 [Perdóname por ir así buscándote] (Pedro Salinas) 

#72 [I am the one whose praise] (Hildegard von Bingen, trad. Gabriele Uhlein) 

#73 Canción de la noche callada (Aurelio Arturo)

#74 To His Lost Lover (Simon Armitage)

#75 Azul (Rubén Darío) 

#76 Fire Gilder (Eavan Boland) 

#77 En una estación del metro (Óscar Hahn) 

#78 Spring Morning (Marion Strobel)

#79 Oscurece despacio (Inmaculada Moreno) 

#80 Una palabra y otra (Eloy Sánchez Rosillo)

#81 The Raincoat (Ada Limón)

#82 La mirada de Ulises (Aurora Luque)

#83 A Brief For The Defense (Jack Gilbert)

#84 The Cestello Annunciation (Andrew Hudgins)  

#85 La casa en obras (Pablo Moreno Prieto) 

#86 [I was vicar of large things] (R.S. Thomas)

#87 Me pierde la canción que me desvela (Giovanni Quessep)

#88 Touch Me (Stanley Kunitz) 

#89 Flamenco (Francisca Aguirre) 

#90 Pop Music (A. E. Stallings) 

ABRIL

#91 Canción del mundo (Constantino Molina)   

#92 Will You? (Carrie Fountain)  

#93 [Que Dios nos libre de los comerciantes] (Nicanor Parra)

#94 Tennis in the Snow (Mary Jo Salter) 

#95 Berlín, otoño de 1938 (Luis Alberto de Cuenca)

#96 Having a Coke with You (Frank O’Hara) 

#97 Evocatio (Corina Dávalos)

#98 After Reading Tu Fu, I Go Outside to the Dwarf Orchard (Charles Wright) 

#99 [Señor: yo sé de la belleza] (Jose María Pemán) 

#100 The Cistern (Paul Mariani) 

#101 Tres sonetos a Cristo crucificado ante el mar (José Bergamín) 

#102 Magdalene on Gethsemane (Marie Howe)

#103 [De El Libro de la Pasión] (José Miguel Ibáñez Langlois)

#104 In adoration: Three Poems (Andrew Calis)

#105 La pasión según Bach (Jesús Beades) 

#106 Stabat Mater (José Julio Cabanillas) 

#107 Sonnet 68 (Edmund Spenser) 

#108 Resurrección (Vladimir Holan, Trad. Clara Janés)

#109 So Much Happiness (Naomi Shihab Nye) 

#110 La merienda (Andrea Cote) 

#111 Stages (Hermann Hesse, Trad. Richard and Clara Winston) 

#112 Caja con fotos (Antonio Rivero Taravillo)

#113 The Orange (Wendy Cope)

#114 El libro (Jaime García-Máiquez) 

#115 The Presence In Absence (Linda Gregg)

#116 Palazzo di Algeri (Joaquín Pérez Azaústre)

#117 Morning Bird Songs (Tomas Tranströmer, trad. Robert Bly)

#118 Pájaro de fuego (Abelardo Linares)

#119 The Changing Light (Lawrence Ferlinghetti) 

#120 Mirando a la Gioconda (Rosario Castellanos)

MAYO

#121 A Prayer in Spring (Robert Frost) 

#122 Aragorn (Rocío Arana) 

#123 After a Rainstorm (Robert Wrigley) 

#124 Sobre patines (Ana Blandiana, trad. Viorica Patea y Antonio Colinas)

#125 A Birthday Candle (Donald Justice) 

#126 El Adolescente (Mario Quintana, trad. Enrique García-Máiquez) 

#127 Sonnet III [Mindful of you the sodden earth in spring] (Edna St. Vincent Millay) 

#128 Mother to Son (Langston Hughes)

#129 Las ciudades (Karmelo Iribarren) 

#130 Questions About Angels (Billy Collins)

#131 Soneto para pedir por mis manos (Manuel Alcántara)

#132 God’s Grandeur (Gerard Manley Hopkins) 

#133 De la fragilidad (J. R. Barat)

#134 Saint Sinatra (Angela Alaimo O’Donnell) 

#135 Tú eres el lenguaje (Federico Gallego Ripoll)

#136 Bloom (Emily Dickinson) 

#137 Dance Figure (Ezra Pound)

#138 Rima XXV [Cuando en la noche] (Gustavo Adolfo Bécquer)

#139 The Trees (Philip Larkin)

#140 Padres divorciados (Guillermo Marco Remón)

#141 Digging (Seamus Heaney) 

#142 Aprendizaje tardío (Fernando Aínsa) 

#143 Swifts (Anne Stevenson)

#144 El vaso quebrado (Francisco Brines) 

#145 Wedding Song (Bob Dylan)

#146 La poesía (José Antonio Mesa Toré)

#147 High Diver (Robert Francis)  

#148 A Blas de Otero (Gabriel Celaya)

#149 Jesus of the Scars (Edward Shillito)

#150 Oda VIII: Noche serena (Fray Luis de León)

#151 Shapes (Ruth Stone) 

JUNIO

#152 Cuando llegue el poema (Ben Clark) 

#153 Subject to Change (Marilyn L. Taylor)

#154 Oración del niño al acostarse (Rafael Pombo) 

#155 Death of a Doorman (Catherine Tufariello)

#156 Veni Creator (Czeslaw Milosz, Trad. Robert Pinsky y el mismo Milosz) 

#157 Palmeras (Juan Vicente Piqueras) 

#158 Things (Lisel Mueller) 

#159 Romero sólo (León Felipe) 

#160 Lo que eres (Rubén Martín Díaz) 

#161 How Do I Love Thee? (Elizabeth Barrett Browning)

#162 A las estrellas (Pedro Calderón de la Barca) 

#163 Waiting Up (Maryann Corbett) 

#164 El prójimo (Juan Gil-Albert) 

#165 Penumbrae (John Updike) 

#166 Una palabra (Gabriela Mistral)

#167 Saying It (Philip Booth) 

#168 El muerto (José Hierro) 

#169 Adoro te devote (Tomás de Aquino, trad. Gerard Manley Hopkins) 

#170 Eros es Dios (Juan Meseguer) 

#171 The World in the Evening (Rachel Sherwood) 

#172 Alguien pasa (Meira Delmar)

#173 Sci-Fi (Tracy K. Smith) 

#174 Criatura afortunada (Juan Ramón Jiménez)

#175 Bilingual/Bilingüe (Rhina P. Espaillat) 

#176 A la Virgen Santísima (Pedro de Espinosa) 

#177 Messenger (Mary Oliver) 

#178 Me basta así (Ángel González) 

#179 This Is What Life Does (Marjorie Saiser) 

#180 El Paseante (Carlos Javier Morales)

#181 Nostalgia (The Lake at Night) (Lloyd Schwartz)

JULIO

#182 Marta y María (María Victoria Atencia)

#183 My Grandmother (Elizabeth Jennings)

#184 St. Thomas the Apostle (Malcolm Guite)

#185 I hear America singing (Walt Whitman)

#186 Retornos de la invariable poesía (Rafael Alberti) 

#187 Anónima (Víctor Botas) 

#188 Blood Soup (Mary Ruefle)

#189 Mara y Tacoa (Enrique Andrés Ruiz) 

#190 Moonrise (D. H. Lawrence) 

#191 Soledad (Jan Twardowski, Trad. Anna Sobieska y Antonio Benítez) 

#192 The Gift (Li-Young Lee)

#193 Nostalgia VIII (Darío Jaramillo) 

#194 The World Is Too Much With Us (William Wordsworth) 

#195 [Sólo eso: pisar, sentir la tierra] (José Antonio Muñoz Rojas) 

#196 Cozy Apologia (Rita Dove) 

#197 Fort Bravo (José Benítez Ariza) 

#198 Magnificat (María, Madre de Dios)

#199 XCVIII: A orillas del Duero (Antonio Machado)

#200 In Time of Drouth (Mark Van Doren)

#201 Tres misterios gozosos (Luis Cernuda)

#202 Ars Poetica (Pedro Poitevin)

#203 Al aire libre (Aquilino Duque) 

#204 Dover Beach (Matthew Arnold)

#205 Habla de ti el silencio (Jesús Cotta)

#206 Santiago (Federico García Lorca) 

#207 The Lake Isle of Innisfree (William Butler Yeats)

#208 A Knock in the Door (James Tate) 

#209 El poeta se despide de las muchachas (Eduardo Carranza) 

#210 Self-portrait with Rembrandt Self-portrait (C. K. Williams) 

#211 Me dirán (Alba Flores Robla)

#212 The City Limits (A. R. Ammons) 

AGOSTO

#213 Extraña forma de vida (Carlos Marzal) 

#214 Summer Song (William Carlos Williams)

#215 Mirar atrás (María Sanz)

#216 Song: To Celia (Ben Jonson) 

#217 Los uniformes (I) (Sergio García Zamora)

#218 Small Kindnesses (Danusha Laméris) 

#219 Quizá una golondrina (Antonio Praena)

#220 The Present (Michael Donaghy) 

#221 Mis mayores (Eugenio Montejo) 

#222 Supernatural Love (Gjertrud Schnackenberg) 

#223 A mi perro (Vicente Aleixandre)

#224 The Things (Donald Hall) 

#225 Canción del caminante (Antonio Moreno)

#226 Botticelli’s Madonna in the Louvre (Edith Wharton)

#227 Villancicos (Juan del Encina)

#228 Any Morning (William Stafford)

#229 Aclaración de intenciones (Javier Salvago)

#230 Heroic Simile (Robert Hass) 

#231 América (Juan Liscano) 

#232 In Summer Time (Paul Laurence Dunbar) 

#233 Una flor en el campo (Joaquín Antonio Peñalosa) 

#234 Summer Wind (William Cullen Bryant)

#235 Dios en la biblioteca (Jaime Siles)

#236 The The Promise of the Morning Star (Amy Lowell) 

#237 Cosas que importan (Enrique Barrero) 

#238 The Fist (Derek Walcott) 

#239 A los que van a nacer (Dámaso Alonso) 

#240 Silence (Babette Deutsch)

#241 Leyendo “La Commedia” (Alejandro Duque Amusco)

#242 And Day Brought Back My Night (Geoffrey Brock) 

#243 [No tuve mucha suerte. Hubiera sido] (Manuel Ballesteros)

SEPTIEMBRE

#244 Another September (Thomas Kinsella) 

#245 El egoísta (Manuel Altoaguirre) 

#246 The Way Through the Woods (Rudyard Kipling) 

#247 Oración por los condenados (José Luis Tejada) 

#248 Chekhov’s Gun (Matt Rasmussen) 

#249 Calle vacía (Félix Grande) 

#250 Sapphics Against Anger (Timothy Steele) 

#251 Edgar Allan Poe es alcanzado en el puerto de Baltimore por las sombras que le persiguen (Fernando Valverde)

#252 Sonnet 73 (William Shakespeare) 

#253 Mano vacante (Ramón Gaya)

#254 Try to Praise the Mutilated World (Adam Zagajewski, Trad.: Clare Cavanagh) 

#255 Al nombre de María (Sor Juana Inés de la Cruz)

#256 Poetry (Marianne Moore) 

#257 Mater Matuta (Antonio Manilla)

#258 Stabat Mater (Jacopone da Todi, trad. Edward Caswall) 

#259 Música de los álamos (Lola Mascarell) 

#260 Beauty That is Never Old (James Weldon Johnson)

#261 Plegaria última (Rafael Alfaro) 

#262 The House Was Quiet and The World Was Calm (Wallace Stevens) 

#263 Roma III (María M. Bautista) 

#264 Work (Sally Bliumis-Dunn)

#265 El otoño en María de la Miel (Rafael Juárez) 

#266 The Days to Come (Medora C. Addison)

#267 Música horizontal (Juan Lamillar)

#268 Stones and Stars (Paul Murray OP) 

#269 El reloj (Jorge Carrera Andrade) 

#270 Looking at the Moon After Rain (Li Po, trad. Amy Lowell and Florence Ayscough) 

#271 La certidumbre (Juan Bonilla)

#272 Step on his head (James Laughlin) 

#273 The Violet Hour (María Eugenia Reyes)

OCTUBRE

#274 A Winter Apple (Don Paterson) 

#275 Nocturno (Jesús Montiel)

#276 Avila (George Santayana) 

#277 Saint Francis and the Sow (Galway Kinnell) 

#278 Memoria sobre el cultivo del maíz (Gregorio Gutiérrez González)

#279 Prisas (Alejandro Martín Navarro) 

#280 To Autumn (John Keats)

#281 Un viejo café (Rafael Adolfo Téllez) 

#282 Autumn Psalm (Jacqueline Osherow) 

#283 Respuesta a una carta (Fernando Ortiz) 

#284 Immortal Autumn (Archibald Macleish) 

#285 Madre España (Miguel Hernández)

#286 Lost (David Wagoner)

#287 A la piedra del molino (Dionisio Ridruejo)

#288 Vivo sin vivir en mí (Santa Teresa de Jesús) 

#289 Dedication (Dunstan Thompson) 

#290 The Waking (Theodore Roethke) 

#291 Ariadna (Vicente Cristóbal) 

#292 Vertigo (A.M. Juster) 

#293 Canción del este (Álvaro Mutis)

#294 El fracaso (Aitor Francos) 

#295 Material (from Quarry) (Karol Wojtyla, trad. Jerzy Peterkiewicz)

#296 Señor, yo pido un huerto (Alfonso Guillén Zelaya) 

#297 Lamplight (Sally Thomas)

#298 Como tú quieres (Mario Luzi, trad. Guillermo Fernández) 

#299 Narcissus and Echo (Fred Chappell) 

#300 To a Friend Lonely in the Fall (Jen Stewart Fueston)

#301 Juegos para aplazar la muerte (Juan Luis Panero) 

#302 Because (Grace Schulman)

#303 [¿Qué decirte, Señor? Solo un largo silencio] (Ernestina de Champourcin) 

#304 All Hallows (Louise Glück) 

NOVIEMBRE: Poemas sobre la muerte

#305 Coplas por la muerte de su padre (Jorge Manrique) 

#306 For the Anniversary of My Death (W. S. Merwin)

#307 [Si mueres, que mi reino no sea un pensamiento] (Carlos Martínez Aguirre)

#308 To My Mother (Edgar Allan Poe) 

#309 Adiós (Enrique Molina) 

#310 oh antic God (Lucille Clifton)

#311 Impotencia (Amado Nervo)

#312 Dying (Robert Pinsky) 

#313 Testamento (Eliseo Diego) 

#314 Consolation (Robert Louis Stevenson)

#315 En un cementerio de lugar castellano (Miguel de Unamuno) 

#316 Dunbar (Anne Spencer) 

#317 Mi hijo pregunta por el cielo (Lutgardo García Díaz) 

#318 Elegy Written in a Country Churchyard (Thomas Gray)

#319 Masa (César Vallejo)

#320 Remember (Christina Rossetti) 

#321 Aunque no nos muriéramos al morirnos (Gloria Fuertes)

#322 When Great Trees Fall (Maya Angelou) 

#323 Después de mi muerte (Leonel Estrada) 

#324 Words for a Father (Scott Cairns) 

#325 Soneto CLXVI (Luis de Góngora) 

#326 Drifting (Olivia Ward Bush-Banks)

#327 Algo sobre la muerte del Mayor Sabines (XV) (Jaime Sabines) 

#328 A Psalm of Life (Henry Wadsworth Longfellow) 

#329 Un pobre instante (Joan Margarit) 

#330 Eyes Fastened With Pins (Charles Simic) 

#331 [Estos brillos de anuncios y de luces] (Pedro Antonio Urbina) 

#332 Do not go gentle into that good night (Dylan Thomas) 

#333 Eclesiastés (José Jiménez Lozano) 

#334 Dying Speech of an Old Philosopher (Walter Savage Landor)

DICIEMBRE

#335 La Anunciación – Beato Angélico (Manuel Machado)

#336 Ave Maria Gratia Plena (Oscar Wilde)

#337 La Anunciación – Encarnación (Félix Lope de Vega)

#338 The Blessed Lady Who Listens (Paul Claudel, trad. Eugene Jolas) 

#339 Letrilla de la Virgen María esperando la Navidad (Gerardo Diego) 

#340 Los pañales (Leopoldo Lugones) 

#341 Canzone to the Virgin (Francesco Petrarca, Trad. Margaret Coats) 

#342 Paradiso XXXIII (Fragmento) (Dante Alighieri, trad. Abilio Echeverría)

#343 A light store in the Bowery (Christian Wiman) 

#344 Cours de la Somme (Rodrigo Olay)

#345 When I Consider How my Light is Spent (John Milton) 

#346 The Hymn of Juan Diego (James Matthew Wilson) 

#347 Al margen de Lucrecio (Jorge Guillén) 

#348 Romance del Nacimiento (San Juan de la Cruz)

#349 I Sought the Wood in Winter (Willa Cather)

#350 Receta para construir un nacimiento (Luis López de Anglada)

#351 Tyger (William Blake) 

#352 Te busco desde siempre (Juan José Domenchina) 

#353 Those Winter Sundays (Robert Hayden)

#354 Las manos del Señor (Rafael Duyos)

#355 Applesauce (Ted Kooser) 

#356 Al Niño Dios (Rafael Morales)

#357 The Burning Babe (Robert Southwell) 

#358 Navidad con Alzheimer (José Mateos)

#359 Noel (J.R.R. Tolkien)

#360 Star of the Nativity (Joseph Brodsky) 

#361 Cristo adolescente (Carlos Bousoño) 

#362 Christ’s Nativity (Henry Vaughan) 

#363 Christmas Carol (Sara Teasdale) 

#364 A quien esto leyere (Javier Almuzara)

#365 Year’s End (Richard Wilbur) 

Doce postales del 2022

Exactamente un año después, ahora que ha concluido La Antología del Jardín, vuelvo a este otro jardín, con una mirada al 2022 y a aquellos eventos por los que quisiera recordar este año.

  1. A principio del año asistí nuevamente a la tradicional Marcha por la Vida en Washington DC. Unos meses después la Corte Suprema tumbó la infame decisión de “Roe vs. Wade”. Todo lo demás en esta lista quedará en el olvido, pero esto pasará a la historia y sus efectos tendrán repercusiones eternas.
  2. La Antología del Jardín. Mi mayor logro de este año. Me ha servido para leer más poesía, más lentamente, y descubrir autores que no había leído antes. La pequeña disciplina de publicar algo diariamente, aunque robado, ha sido saludable para mi alma.
  3. Estuve un par de semanas inolvidables en California, al norte de San Francisco, donde pude disfrutar de unos paisajes bellísimos. Entre ellos, Yosemite, que era de uno de esos sueños que tenía por irrealizables, y ¡sorpresa! la víspera de mis cumpleaños, casi sin planearlo, un regalo divino.
  4. Un milestone: La propuesta para el tema de la tesis ha sido finalmente aprobada. Sobre el Fedro de Platón. Al 2023 sólo le pido en empujón definitivo.
  5. Dos grandes amigas de mis otras dos casas, Colombia y España, se pasaron por Washington.
  6. Estuve en Wyoming, en un seminario sobre la muerte y la inmortalidad. El principal motivo de mi visita, sin embargo, era conocer Wyoming Catholic Catholic. Fue toda una aventura, empezando porque cancelaron el vuelo de Denver a Riverton y empezó una pequeña historia épica que incluye la repentina amistad de las 8 personas que íbamos al mismo seminario, la hospitalidad de una joven familia en Denver, un road trip de 6 horas por paisajes del Viejo Oeste. Fueron días que atesoraré por muchos años: grandes conversaciones en los seminarios y al hilo de comidas y bebidas, un día de escalada, otro de montañismo, una mañana a caballo por las montañas. Libros y naturaleza, las dos cosas que más me gustan y la mezcla que Wyoming Catholic College sabe hacer mejor que nadie. Aquí consta que me deslumbró.
  7. En un afortunado giro de eventos, la última extravagancia del verano fue otro road trip, esta vez hacia el sur, a las Great Smoky Mountains. Estuvimos todo un día buscando un oso y lo encontramos cuando menos lo esperábamos. Ya en el AirBnb, por la noche, notamos un movimiento en el árbol de enfrente, y sí, allí mismo, como salido de la National Geographic, un oso comiendo cerezas.
  8. Ha sido un año de buenos museos y exhibiciones. El Museum of the Bible es extraordinario. Me dieron ganas de hacerme una suscripción para volver y volver con más calma. La exposición de Sargent y España en la National Gallery me encantó. Lo mismo con el Walters Museum en Baltimore y el Brandywine Museum en Pensilvania, donde está la colección de la familia Wyeth.  
  9. En la Universidad de Dallas, The Catholic Imagination Conference fue una ocasión para encontrarme con varias amigas, conocer a varios escritores a los que admiro e ilusionarme con la pasión por las letras y la fe de muchas personas. Algunos momentos memorables: La grabación del podcast “Sacred and Profane Love”, con mi admirado Dana Gioia, sobre Baudelaire; el panel sobre René Girard; la entrevista a Christopher Beha, que está escribiendo un libro sobre su re-conversión a la Iglesia Católica; la (muy impresionante) lectura dramática de “Heroes of the Fourth Turning”, con la presencia de Glenn Arbery, el padre del autor y presidente de Wyoming Catholic College.
  10. Llevaba años queriendo ir a la Notre Dame Fall Conference. Cada año llegaba la fecha y pensaba que vaya, otro año sin ir. Este año nuevamente me pilló el toro, pero en un impulso de audacia, me subí casi al último momento. Una decisión que valió muchísimo la pena. Tuve conversaciones estupendas, aprendí cosas nuevas y pensé que realmente había allí un pedacito de cielo. Fue algo similar a lo que viví en Wyoming y Dallas. ¡Dios mediante, volveré!
  11. Una escapada con gente a la que quiero mucho a una casa en Smith Mountain Lake. Otro de esos “pedacitos de cielo”
  12. ¡Las Navidades! Han sido unas semanas estupendas, que empezaron un buen adviento. Los fundadores de Eliot Society tuvieron una noche de arte, poesía y música en su casa. Así de generosos son que invitan a extraños. Fue una gozada, especialmente por la inesperada desvirtualización Victoria Jones, a quien he seguido en su blog “Art and Theology” desde hace un tiempo. Dos días de la tradicional Novena colombiana fueron particularmente especiales: un día en casa los B., que invitaron a familia y amigos a rezarla en su casa. Me emocionó ver la cantidad de gente, la fuerza con la trasmitían la tradición ¡en inglés!, el montonazo de niños, la sensación de que la fe está muy viva por estos lares. Otro día en mi casa, con unos cuantos amigos y, mirabile dictu, unos vecinos a los que desde hace rato quería conocer. La madre es italiana, el padre colombiano, y me ha hecho mucha ilusión que haya sido precisamente la Novena lo que los haya traído a casa. El resto de las Navidades han sido muy caseras, como han de ser, con la chimenea y el corazón encendido.

Smith Mountain Lake
La mejor mesa de la cena The Catholic Imagination Conference
Golden hour en Notre Dame
En Wyoming Catholic College
Montaña y mar en California

La antología del Jardín

El poema más breve de Daniel Cotta en Alumbramiento, mi última lectura del 2021, dice:

“Señor, no estoy viviendo. / Estoy desenvolviendo tu regalo.”

Es una pequeña poética, que resume bien el tono del libro, y un buen recordatorio para empezar este año con un deseo que es a la vez un propósito y una petición: ojos para ver desde una perspectiva más sobrenatural, más contemplativa, que es casi lo mismo que decir más agradecida.

Si algo le debemos a la poesía es, precisamente, que nos da ojos para ver, nos obliga a pararnos y nos ayuda a habitar una realidad que quizá hasta entonces no habíamos considerado con la debida atención. Yo este año quisiera combatir más intencionalmente los tirones de la economía de la atención. Mucho se ha dicho al respecto (véase, especialmente, The Social Dilemma) y no hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de las heridas sociales y en la vida de cada uno. Si ya hay una ley en el cuerpo que nos hace hacer lo que no queremos, ¿cómo es que abrazamos con tanta liberalidad esa otra ley de la economía de la atención que nos lleva por donde no queremos?

Vengo aquí, pues, a proponer una modesta idea que leí hace unos meses en un artículo del el New York Times, “My Secret Weapon Against the Attention Economy” (por si no abre, aquí hay un pdf): Leer un mismo poema durante un mes. Puede convertirse en un pequeño ritual para comenzar el día y poco a poco, a fuerza de repeticiones, se va ahondando en el poema, no sólo se navega por la superficie de las palabras, sino que se llega a esos otros niveles más intuitivos, más corporales y rítmicos, la unión entre sentido y sonido. Son cosas que una lectura rápida no alcanza. Como los poemas, además, suelen ser breves, no es mucho pedir una lectura lenta, que es precisamente la antítesis de las exigencias de la economía de la atención. Y la lectura lenta tiene frutos dulcísimos. El que los probó los sabe. Por algo me he vuelto ferviente de la devoción que ha propuesto Gregorio Luri a Nuestra Señora de la Lectura Lenta. La piedad que implica una lectura lectura está muy bien explicada en el artículo del New York Times. No se lo pierdan.

Yo por mi parte me he propuesto publicar en otro blog, exclusivamente dedicado a esto, un poema diario. Será “La Antología del Jardín“: Una selección personal de poemas que me gustan. Como vivo entre dos mundos, en inglés y en español, voy a ir alternando entre los dos, sin rigideces, pero intentando mantenerlos balanceados. Las traducciones de poemas escritos en otros idiomas irán en inglés o en español, dependiendo de las versiones que haya leído y que me gusten. Lo hago para fijarme más, para pensar un poco más en el poema, y para ofrecer una selección personal a quienes a veces me preguntan por dónde empezar a leer a poesía. Como cada quien tiene que encontrar los autores que le mueven, mi única respuesta es indicar cuáles me han movido a mí. Quizá el ejercicio vaya estableciendo sus propias líneas de conversación y, en todo caso, servirá para leer otra vez y con una atención nueva, que es la línea contemplativa que me gustaría seguir este año.

Les doy la bienvenida a este sector, el más florecido del Jardín de la Academia, pues como dice Enrique García-Máiquez, los versos más míos los han escrito siempre otros poetas.

Historias de Navidad

Esta belleza de cuadro (2021) está en Oakcrest School (Virginia, EEUU)

La Navidad—concuerdan los expertos en storytelling—es la historia más grandiosa jamás contada, aún a pesar de lo sumario que son siempre los evangelios. Cabe pensar que Dios ha querido que el color de las historias, la tercera dimensión, las voces silenciadas en el papel, todo eso cobre vida en el interior de cada persona, en la intimidad de la oración y el juego de la imaginación. La época navideña (la auténtica: no se pierdan el ensayo satírico de C.S Lewis al respecto) es el tiempo ideal para dejar que la imaginación tome vuelo y nos regale audacias que no pueden ser mayores que aquella del Hijo de Dios envuelto en pañales. Los villancicos y los pesebres, que es de lo más encantador de estas fechas, contienen todo el esplendor de una tradición riquísima al respecto.

Vengo aquí a traer dos ejercicios portentosos (y deliciosos) de esa imaginación. A cambio, me encantaría escuchar otras sugerencias, por folklóricas que sean, para seguir disfrutando de estas Navidades.

La primera es un corto animado ruso, Rozhdestvo (Navidad), de 1996. Después de la Revolución Rusa, la Navidad estuvo prohibida durante gran parte del siglo XX, así que impresiona ver la fecha. La animación es muy distinta a la que estamos acostumbrados, menos cálida y más ominosa, con música de Beethoven y Bach, pero logra captar muy bien la sencillez de todos los personajes. El resultado me parece muy conmovedor.

La segunda sugerencia es una meditación navideña en inglés que me llegó el año pasado. No es una meditación cualquiera, sino una meditación-contemplativa: es la historia de la Navidad (“Christmas Tonight“) a través de los ojos de María y José, en la que se entremezclan los recuerdos del matrimonio y la vida en Nazaret. Es ideal para sentarse frente a un pesebre (o Belén o Crèche) y dejar que la imaginación haga de las suyas.

Aún es Adviento, pero la espera se me hace larga y como hoy comenzamos en Colombia nuestra tradicional Novena de Aguinaldos, ya puedo empezar a decir el más gozoso de los deseos: ¡Feliz Navidad!

El primer evento en un bar desde el COVID

No es el primero, en realidad. Este verano estuve en un pueblito en Texas en el que parecía que nadie había escuchado hablar del coronavirus. El único restaurante-bar del pueblo estaba abierto y había música en vivo. Sí que había un mensaje en la puerta que pedía a los clientes abstenerse de bailes, pero por lo demás, nadie llevaba mascarillas y las mesas largas, compartidas, invitaban a compartir tus fried pickles con el vecino, mientras cuatro hombres, canosos, con barbas y sombreros pasaban de una especie de country rock a otra música suave, esa del vaquero nostálgico, el fondo ideal para las confidencias. 

Este otro evento, sin embargo, ha sido el primero en este otro universo que es Washington D.C., así que hay que celebrarlo con cierto bombo. Ha sido, además, un recital de poesía, organizado por Image Journal, mi revista favorita de poesía, y LOGOS, un grupo poético que organiza “liturgically-inflected poetry readings”. Fui armada con cierto escepticismo, el mismo que siento ante todo lo que suene “experimental”, pero salí con la sensación de haber escuchado a dos grandes poetas. La poesía se defiende sola. Aunque yo no había leído nada de los poetas, ambos son conocidos. Jericho Brown ganó recientemente el Pulitzer de poesía y Marilyn Nelson lo ha ganado casi todo. Nelson fue la que más me impresionó. Ya se sabe lo espinosas que son las cuestiones raciales en Estados Unidos, las heridas que levantan, el shut up and listen. Pero si hay alguien a quien me gustaría escuchar con atención es a Nelson. Uno de sus libros cuenta las historias de su familia, de abuelas, bisabuelas, tataratías, en tiempos de esclavitud. Krista Tippett, en On Being (un podcast que recomiendo vivamente), la llama “the storytelling poet”, y aunque apenas la conozco del recital, su presencia y su voz me han dado la impresión de que Tippett ha captado perfectamente su esencia. Nelson tiene una voz suave y, a sus 75 años, un aire de “abuela sauce”. Rebosa de una sencillez que le da un aura de santidad. Muchos de sus poemas son “historias líricas” (as in histories), pequeñas biografías familiares y plegarias. Una maravillosa muestra de lo biográfico:

HOW I DISCOVERED POETRY

It was like soul-kissing, the way the words
filled my mouth as Mrs. Purdy read from her desk.
All the other kids zoned an hour ahead to 3:15,
but Mrs. Purdy and I wandered lonely as clouds borne
by a breeze off Mount Parnassus. She must have seen
the darkest eyes in the room brim: The next day
she gave me a poem she’d chosen especially for me
to read to the all except for me white class.
She smiled when she told me to read it, smiled harder,
said oh yes I could. She smiled harder and harder
until I stood and opened my mouth to banjo playing
darkies, pickaninnies, disses and dats. When I finished
my classmates stared at the floor. We walked silent
to the buses, awed by the power of words.

Y una muestra de una pequeña plegaria que logra ser humorística e inculpadora al mismo tiempo, como la canción de Janis Joplin que comienza “Oh lord won’t you buy me a Mercedes Benz”

INCOMPLETE RENUNCIATION

Please let me have
a 10-room house adjacent to campus;
6 bdrooms, 2½ baths, formal
dining room, frplace, family room,
screened porch, 2-car garage.
Well maintained.
And let it pass
through the eye of a needle.

El ritmo de la noche (lo de la “liturgically inflected poetry”) era el siguiente: Cada poeta recitaba sus poemas, luego había un rato de conversación sin micrófonos entre las personas del público, lo que Nelson en aquel episodio de On Being llama “communal pondering”. Aquí el bar de Texas y DC se daban la mano: mesas largas compartidas con extraños, donde el nice to meet you fluye bastante bien, la verdad. Luego de la conversación improvisada, un rato de conversación entre el maestro de ceremonias y el poeta, con algunas preguntas del público. Primero Brown, luego Nelson. Al final, invitaron a cada uno a que le preguntara algo al otro. Brown, joven y efervescente; Nelson, ya mayor y contemplativa. Brown, que no podía ocultar su admiración por Nelson, nos regaló el mejor momento de la noche cuando le preguntó a Nelson por uno de sus poemas, que no había leído. “Minor Miracle… Can you tell us how that poem came to be? Did that reeaally happen?” “Oh yeah, it happened” Y así nos regaló la lectura de este poema. Aquí está en la voz de Nelson, por si quieren acompañar la lectura.

MINOR MIRACLE

Which reminds me of another knock-on-wood
memory. I was cycling with a male friend,
through a small midwestern town. We came to a 4-way
stop and stopped, chatting. As we started again,
a rusty old pick-up truck, ignoring the stop sign,
hurricaned past scant inches from our front wheels.
My partner called, “Hey, that was a 4-way stop!”
The truck driver, stringy blond hair a long fringe
under his brand-name beer cap, looked back and yelled,
“You fucking niggers!”
And sped off.
My friend and I looked at each other and shook our heads.
We remounted our bikes and headed out of town.
We were pedaling through a clear blue afternoon
between two fields of almost-ripened wheat
bordered by cornflowers and Queen Anne’s lace
when we heard an unmuffled motor, a honk-honking.
We stopped, closed ranks, made fists.
It was the same truck. It pulled over.
A tall, very much in shape young white guy slid out:
greasy jeans, homemade finger tattoos, probably
a Marine Corps boot-camp footlockerful
of martial arts techniques.

“What did you say back there!” he shouted.
My friend said, “I said it was a 4-way stop.
You went through it.”
“And what did I say?” the white guy asked.
“You said: ‘You fucking niggers.’”
The afternoon froze.

“Well,” said the white guy,
shoving his hands into his pockets
and pushing dirt around with the pointed toe of his boot,
“I just want to say I’m sorry.”
He climbed back into his truck
and drove away.

Y prácticamente así terminó la noche. Todos aplaudimos.

Y una semana después, sigo leyendo todo lo que me encuentro.

Rescato un jardín del Evangelio

Michael Pakaluk, colega de mi universidad, ha publicado recientemente su traducción de los evangelios de san Marcos y san Juan. Cada una de sus versiones lleva un título que refleja la premisa de fondo. “Mary’s Voice in the Gospel According to John” y “The Memoirs of St. Peter”. Ya en los títulos se refleja la luz bajo la cual Pakaluk lee cada texto: Si Juan recibió a María en su casa, ¿cuántas conversaciones sobre Jesús no tendrían y cómo no iban a reflejarse esas conversaciones en el Evangelio? Y de san Marcos se dice que es el Evangelio en el que la sensación de inmediatez, de la cercanía con los eventos, es más evidente. Algún estudioso de los Evangelios ha dicho que es “esencialmente, una transcripción de lo vivido”. Pero como Marcos no fue uno de los discípulos como para tener la autoridad de escribir con la viveza de un testigo ocular, la tradición de la Iglesia (atestiguada desde Papías de Hierápolis, un discípulo de Juan) ha considerado que el Evangelio de Marcos encierra la narrativa de Pedro. Son “las memorias de San Pedro”, decía san Justino.

Las versiones de Pakaluk vienen acompañadas de comentarios breves, que ayudan a ver el texto con ojos nuevos, como si lo leyéramos por primera vez. A mí me han parecido fascinantes. No son comentarios teológicos ni filológicos. En su mayoría son descriptivos o dan una clave de lectura que sirve para prestar más atención a los gestos y las palabras. No hay un texto como el Evangelio que guarde tantas riquezas, pero es probable que ningún otro texto corra el mismo riesgo de que lo demos todo por sabido. Para mí el mayor regalo de los comentarios de Pakaluk ha sido el ejercicio de lectura lenta, los muchos pequeños detalles que me ha ayudado a ver. Un ejemplo entre muchos: Cuando Jesús dice “Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?”, Pakaluk nota que al preguntar dos veces, Jesús está sugiriendo que el Reino de Dios es demasiado grande para poder compararlo con nada. Hasta aquí, nada sorprendente. Pero luego añade que Jesús está creando la tensión para la sorpresa que vendrá ante su paradójica respuesta, que refleja el buen humor de Jesús y le habrá sacado a algunos una sonrisa: “¡Es como un grano de mostaza!”

Aquí vengo, sin embargo, a hablar de otra escena, quizá la mayor sorpresa que Pakaluk me ha descubierto. Es el momento previo a la bien conocida multiplicación de los panes y de los peces:

Él les dijo: “¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo.” Y después de averiguarlo dijeron: “Cinco, y dos peces.” Entonces les mandó que acomodaran a todos por grupos sobre la hierba verde. Y se sentaron en grupos de ciento y de cincuenta.”

Ahora miremos la traducción de Pakaluk:

He says to them, “How many loaves do you have? Go find that out.” They make a determination and say, “Five. And two fish as well.” So the told them to have everyone sit down and form as it were dinner parties, side by side, on the green grass. And they sat down in groups of a hundred and groups of fifty, looking like flower beds, set side to side.”

Wait—Looking like flower beds?! Pues sí, es lo que dice el griego, aunque ni en español ni en inglés se traduzca así:

ὁ δὲ λέγει αὐτοῖς· πόσους ἄρτους ἔχετε; ὑπάγετε καὶ ἴδετε. καὶ γνόντες λέγουσι· πέντε, καὶ δύο ἰχθύας. καὶ ἐπέταξεν αὐτοῖς ἀνακλῖναι πάντας συμπόσια συμπόσια ἐπὶ τῷ χλωρῷ χόρτῳ. καὶ ἀνέπεσον πρασιαὶ πρασιαὶ ἀνὰ ἑκατὸν καὶ ἀνὰ πεντήκοντα.

Volvamos al español:

Él les dijo: “¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo.” Y después de averiguarlos dijeron: “Cinco, y dos peces.” Entonces les mandó que acomodaran a todos por grupos [como en un festejo] (συμπόσια συμπόσια) sobre la hierba verde (ἐπὶ τῷ χλωρῷ χόρτῳ). Y se sentaron en grupos [como flores en un jardín] (πρασιαὶ πρασιαὶ) de ciento y de cincuenta.”

Pakaluk explica que estas dos expresiones “συμπόσια συμπόσια” y “πρασιαὶ πρασιαὶ” sólo ocurren aquí en la literatura griega. He ido a buscar al LSJ y, efectivamente, si buscamos τὸ συμποσίον (“simposio”), aparece que “συμπόσια συμπόσια” significa “en grupos”, con san Marcos como único ejemplo. En el Thayer’s Greek-English Lexicon of the New Testament, Thayer dice que es un hebraismo para lo que en griego sería “κατά συμπόσια”, “in parties”. Lo mismo para ἡ πρασιας, que por sí solo significa “a bed in a garden”, pero la expresión “πρασιαὶ πρασιαί” aparece como “en grupos”, también con san Marcos como único ejemplo. Pero ¿por qué no tomarlo literalmente, como lo refleja Pakaluk en su traducción?

Jesús ordena a sus discípulos a que recostaran (ἀνακλῖναι) a los presentes en grupos, como en una cena o una fiesta (un simposio). (Como sabemos, la costumbre era comer reclinados sobre el brazo izquierdo, con la mano derecha libre para comer. Aquí una ilustración de cómo estarían reclinados los apóstoles en la última cena. Algo así se replicaría también en el campo). Marcos, además, añade el detalle de la hierba verde, y así indica la época del año, la primavera, cuando la sequedad de los paisajes de Palestina daría paso a un verdor pasajero en los campos. Con este delicado apunte de Marcos es fácil imaginarse que la organización de los grupos tuviera como resultado la apariencia de pequeños jardines en el floreciente campo. “Πρασιαὶ πρασιαί”, “jardines, jardines” o “garden beds, garden beds”. He estado un rato buscando la traducción precisa de “garden bed”: ¿Parterre? ¿Arriate? Después de muchas vueltas, encuentro la quinta definición de “cuadro”: “En los jardines, parte de tierra labrada regularmente en cuadro y adornada con varias labores de flores y hierbas.” Eso es lo que expresa Marcos, lo que vería Pedro. Es una imagen inolvidable: el contraste de los distintos colores de las ropas sobre la hierba verde, como pequeños jardines bien cultivados. ἡ πρασιας, como “garden bed” y “cuadro” expresan un cierto orden, como esas fotos de tulipanes plantados en hileras, donde se reconoce la mano de un jardinero. Es emocionante que Pedro lo hubiera visto así, y así lo hubiera recordado. Jesús dijo que considerásemos el esplendor de los lirios del campos—más vale que rescatemos estos.

Varias reflexiones sobre la soledad

Cada cierto tiempo surgen pequeñas constelaciones de artículos y discusiones en diferentes medios alrededor de un tema que, por lo general, responden al algo en concreto (una nueva ley, el comentario de un político, otro artículo que ha generado interés). Otras veces, sin embargo, las constelaciones parecen más bien accidentales y es difícil trazar el árbol genealógico a una misma raíz. A veces las constelaciones sólo existen para quien se haya topado con esas distintas discusiones, con la sensación de que éstas se han alineado por alguna razón, que no es coincidencia que a propósito de nada muchos estén hablando de lo mismo. Me ha pasado recientemente con la soledad. Quizá sea uno de los principales temas de nuestro tiempo.


Hace unas semanas leí un comentario de Austin Kleon sobre el nuevo (post-COVID) libro de Kristen Radtke, Seek You: A Journey Through American Loneliness, que me generó la suficiente curiosidad como para pedirlo a la biblioteca. Kleon decía que es un libro difícil de categorizar. Un ensayo gráfico, una especie de documental, entre lo memorístico y lo periodístico, sobre un mal muy de nuestro tiempo y al parecer muy norteamericano: la soledad. Quien disfrute de las novelas gráficas, encontrará en este libro el mismo encanto. Las ilustraciones son estupendas y especialmente efectivas para transmitir la experiencia de la que se habla. Muchas, incluso, dan en el clavo y son iluminadoras. Sin decir mucho, uno inmediatamente se siente reconocido. En este sentido es un libro hasta poético: muy de tocar y ver.


Mientras lo leía, Agnes Callard publicó un artículo en The New Yorker, “The Problem of Marital Loneliness”, sobre el remake de “Scenes of Marriage”, la película de Ingmar Bergman. Antes de entrar en la discusión sobre la versión de HBO, Callard comienza con una escena de su propio matrimonio, un reconocimiento del tipo de compromisos que hay que hacer para salvar la infinita distancia entre una y otra alma. Hasta en un buen matrimonio, los seres humanos tenemos una sed de conexión que nadie en este mundo puede satisfacer completamente. Esta especie de soledad, a diferencia de la que habla el libro de Radtke, no es uno de los males de nuestro tiempo. Es más bien una realidad antropológica en la que muchos ven una especie de prueba subjetiva de la existencia de Dios. Callard no habla de esto, pero es lo que pensé al leer el artículo: “Marriage is hard, even when no crises loom, and even when things basically work. What makes it hard are not only the various problems that arise but the lingering absence that is felt most strongly when they don’t. The very closeness of marriage makes every bit of distance palpable. Something is wrong, all the time.”

Kristen Radtke también tiene una breve escena de su matrimonio en su libro—y cómo a veces se asoma esa sombra de “la soledad marital”

Según Callard, la versión de HBO disuelve completamente la esencia de la visión de Bergman y las preguntas difíciles de la versión original: “Bergman suggested that marriage was meant to address a metaphysical need: our connection to reality. Levi, by contrast, sees marriage as a way of navigating one’s place in the economic and social order…What was, in Bergman’s hands, a horrifying picture of the limits of human contact becomes, in Levi’s, a set of increasingly independent journeys of personal growth.” Me imagino que la versión de Bergman es deprimente. De hecho, al parecer, los divorcios en Suecia aumentaron notablemente bajo la influencia de la película. Pero si Callard tiene razón, yo la pondría en cursillos prematrimoniales, precisamente como un polo a tierra: hasta el amor humano, quizá lo más grandioso que se puede encontrar en este mundo, tiene sus límites. Estoy convencida de que muchos divorcios tienen en su raíz una falta de realismo, esto es, de comprensión de la naturaleza humana.

En Itinerarios de Vida Cristiana, un libro de Mons. Javier Echevarría, hay un capítulo que he releído muchas veces, y he vuelto a leer a raíz de estas reflexiones. Habla precisamente de esa “sombra de amargura” que aparece en muchas relaciones cuando no se logra el grado de intensidad que se desearía.

El ser humano posee una capacidad de infinito que sólo el Infinito, Dios mismo, puede saciar. Hay en nosotros un fondo que nada ni nadie, excepto Dios, logra llenar; y, en consecuencia, existe —incluso en las más grandes amistades y en los más grandes amores— una cierta experiencia de límite, de soledad no superada. En ocasiones, esa experiencia engendra miedo, repliegue sobre sí mismo para conservar un reducto de intimidad en el que nadie entre; en otras, impulsa hacia adelante, a buscar algo más. De este modo se encauza una inquietud del espíritu que sólo en Dios puede encontrar finalmente reposo. Es de Dios, y sólo para Dios, la morada última y más profunda de nuestro corazón.


Luego de Callard, sin buscarlos, me llegaron notificaciones de dos podcasts: un episodio de EconTalk (del 27 de septiembre) con Noreena Hertz, autora del libro The Lonely Century: How to Restore Human Connection in a World that’s Pulling Apart. (Es curioso, por cierto, lo similares que son las portadas de este libro y el que otro que mencionaba arriba. A mí me gusta salir a caminar por las noches en mi vecindario—casas, no apartamentos—y siempre me entra un cierta nostalgia al ver las luces encendidas en la intimidad de las casas. Nunca había pensado en esto en términos de soledad, pues estas casas, a diferencia de las de las imágenes, son casas de familias, pero algo de eso hay: al fin y al cabo esa ventana a la que miro no es mi casa y estoy a años luz de distancia de esa luz—creo que hay un poema de Miguel d’Ors sobre esto).

Sentirse solo es más que la sensación de no tener a nadie cerca. Hertz dice que la soledad de la que ella habla es una sensación de desconexión en general, desconexión de los amigos, la familia, pero también de la realidad, del gobierno, del trabajo. Callard, en su artículo, hablaba de esa necesidad metafísica de conexión que todos sentimos. Es una necesidad tan honda que sentirse desconectados, así en general, por mucho que objetivamente alguien no esté solo, es dolorosísimo. Hertz ve en las redes sociales y el capitalismo neoliberal los principales culpables de este flagelo. Russ Roberts, como buen libertario, reacciona ante la crítica al capitalismo: “Yeah, so I don’t buy that at all, for a lot of reasons. So, let me try to lay it out a little bit and you can respond.” Es lo que me gusta de las conversaciones en EconTalk, lo auténticamente Socráticas que son, el buen give and take. Roberts pone el énfasis en lo que los individuos deben hacer para crear mejores comunidades. Que el gobierno tiende a destruir las comunidades que toca. Hertz dice que es cierto que mucho lo que hay que hacer como individuos, pero que también hace falta una infraestructura y que los gobiernos tienen que crear oportunidades para que las personas hagan más cosas en común. Que el fervor que Trump generó en cierto sector de la población responde precisamente a que son sectores que se han sentido ninguneados por el gobierno y que han perdido la sensación de pertenencia al resto de la sociedad. En fin, allí está la discusión para quien le interese. Muy recomendada.


Sin embargo, si de optar por un solo podcast se tratase, me atrevería a recomendar aún más un episodio en el podcast del Trinity Forum que vi—otra coincidencia—al día siguiente del de EconTalk: “The Lonely American: Rootedness and Reconciliation in a Riven Land”. Es la grabación de un evento del Trinity Forum con Ben Sasse, el Senador de Nebraska, y Russell Moore. Si yo pudiera lanzar a alguien a la presidencia, no sólo mi voto iría por Ben Sasse, sino también mi entusiasmo y hasta me pondría en las filas del voluntariado político que siempre me ha espantado. Ben Sasse es quizá el único político que genera en mí esa especie de admiración y pasión que tantos otros sienten por los suyos. La primera vez que escuché hablar de él fue a raíz de una de las muchas discusiones sobre el aborto en Estados Unidos. Quienes defienden el aborto no aceptan la pregunta sobre la diferencia entre un aborto y un infanticidio, a pesar de que se abortan fetos que bien podrían sobrevivir fuera de la madre. Ben Sasse puso el dedo en la llaga al promover el “Born-Alive Abortion Survivors Protection Act”, para proteger la vida del bebé que haya nacido vivo después de un intento fallido de aborto. Como él mismo ha dicho muchas veces, esta ya no es una cuestión acerca del aborto como tal, sino de garantizar que todo bebé nacido reciba toda la atención y cuidado que necesita. (La implicación es que simplemente dejar morir al bebé es una opción válida). Al día de hoy, hasta donde tengo entendido, no ha logrado la mayoría de votos que necesita en la Casa de Representantes.

Mi otro “encuentro” con Sasse fue en la audiencia de Amy Coney Barrett durante su nominación para la Corte Suprema de Justicia. La intervención de Sasse me pareció estupenda: una clase magistral sobre la diferencia entre civismo y política, que expresa con tremenda claridad la hiper-politización de nuestra época. Habrá a quienes les parezca condescendiente, pero si hay algo cierto acerca de nuestro tiempo es que no pueden darse por hecho ni las verdades más probadas, y a veces decirlas en voz alta es exponerse al ridículo.

También vi a Sasse en un documental sobre varias personas involucradas en política con un claro sentido de estar llevando a cabo su vocación cristiana: “For Love of Neighbor: Politics for the Common Good”. Es documental muy esperanzador. Pero en fin, todo esto es una larga introducción a por qué tengo buena disposición a todo lo que Ben Sasse tenga por decir. Esta conversación sobre la soledad no hizo más que afianzar mi impresión. El punto esencial de Sasse es una defensa del arraigo. Algunas de sus ideas:

1. La revolución digital es más relevante que el momento político en el que vivimos. Es una revolución que nos está haciendo nómadas, sin raíces. Muchos problemas se derivan de esto, como el hecho de haber perdido la noción del “nosotros”, por haber pedido la distinción entre las comunidades locales y las nacionales.

2. Para entender el alcance de la revolución industrial, podemos mirar hacia dónde va la economía. Por primera vez en la historia, los ricos no quieren más cosas. Nos estamos moviendo hacia una economía en la que el precio del alquiler va a ser mucho menor que el precio del almacenaje. Antes que acaparar un montón de cosas (un taladro, por ejemplo) y tener que pagar por el mantenimiento y el almacenaje, más vale tener un buzón grande donde recibir los envíos a través de los drones (si sé que voy a usar un taladro en las próximas dos horas, puedo alquilarlo baratísimo, ¿para qué tener uno si rara vez lo voy a usar?). La revolución digital nos va a permitir mucha más movilidad, pero la pérdida del lugar es también una perdida de las relaciones atadas a ese lugar. Y sin relaciones, ¿qué se puede esperar de la política? La política no puede suplantar las bases de una polis. El rol de la política es mantener un marco de libertad y orden para que las comunidades locales puedan florecer, allí donde realmente se encuentra el sentido y la felicidad. La tecnología nos susurra: “¡Puedes vivir sin raíces!”. Pero la realidad, dice Sasse, es que no podemos vivir sin raíces y ser felices al mismo tiempo.

3. El momento que estamos viviendo no es totalmente nuevo, sino que hay muchos paralelos con la revolución industrial en Estados Unidos y el éxodo de la América rural hacia las ciudades industrializadas. A diferencia de las sólidas comunidades rurales locales, en las ciudades había una sensación de anonimato y soledad… hasta que eventualmente se fueron formando nuevos puntos de encuentro y comunidad. En otras palabras: hay esperanza.

Que todos estemos un poco solos no es consolador, pero sí esperanzador. Yo veo esperanza, por ejemplo, en lo mucho que se habla últimamente sobre “localismo”, los clamores por una tecnología más humana, la invitación a un uso más consciente de las tecnologías (en este sentido son muy buenas las 41 preguntas de L. M. Sacasas, que han “explotado” recientemente gracias al podcast de Ezra Klein).

No podemos vivir de espaldas a los deseos del corazón. Allí donde nos sintamos queridos y necesitados, allí donde podemos lograr un pequeño cambio, allí es donde hay que poner las apuestas: el tiempo, el corazón, la carne en el asador.


Hasta aquí esta serie de encuentros fortuitos con varias discusiones sobre la soledad. Tengo otras pendientes, como el libro de Erik Varden del que hablaba hace unos meses Daniel Capó, The Shattering of Loneliness (al parecer los links del Debate de Hoy ya no funcionan en eldebate.com). La conexión entre la memoria y la superación de la soledad me parece prometedora, y quizá también hable de esa otra cara de la soledad, que en inglés llaman solitude, la buena soledad, la de la vida interior.

En la fiesta de san Mateo

En la fiesta de san Mateo traigo una poema de Adam Zagajewski, inspirado en el cuadro de Caravaggio. Según cuenta su traductora, fue la última traducción que Zagajewski aprobó antes de su muerte, uno que, además, le llevó mucho tiempo traducir. Tiene también el encanto de ser un homenaje a Wislawa Szymborska. Como en “Eternal Enemies”, Zagajewski menciona el cuadro en tres poemas, ya se ve que sentía una especial atracción por él y por el hecho de que hubiera que poner una monedillas para que se hiciera la luz y comenzara la admiración.

En el poema “Rome, Open City”:

The holidays approach, when the heathens go to church.

    Via Giulia: magnolia blossoms keep their secret.

A moment of light costs just five hundred lire, which you toss

    into a black box.

We can meet on the Piazza Navona, if you want.

Matthew keeps asking himself: was I truly

    summoned to become human?

En “It depends” y en el último poema de la colección “Antennas in the rain”, que es una especie de lista con muchos de los temas del poemario, se menciona el rostro de Cristo en S. Luigi dei Francesi:

—Yet nobleness exists, if only in a painting:

Christ’s face in the Caravaggio at S. Luigi dei Francesi

Ahora, el poema dedicado exclusivamente al Caravaggio. Creo hasta ahora sólo ha sido publicado en The Times Literary Supplement. Traducción, como siempre, de Clare Cavanagh, quien nos cuenta que Zagajewski está tomando de Szymborska el recurso de transcribir las voces en un lugar. El poeta escucha y escribe:

The Calling of St. Matthew

that priest looks just like Belmondo
Wisława Szymborska, “Funeral (II)”

—Look at his hand, his palm. Like a pianist’s
—But that old guy can’t see a thing
—What next, paying in a church
—Mom, my head aches
—Sharply individuated human figures
—Keep it down please, we can’t focus
—The coins on the table, how much are they worth
—His operation’s just three weeks away
—I’d say silver, definitely silver, but not pure
—Lord, how lovely
—To adorn the Contarelli Chapel
—Which one is Matthew, the young guy or the old?
—We almost got robbed on the subway today
—Two generations of European artists took it as their model
—Look, there’s a cross in the window
—The light went out again
—The wall on the left is so black, like the world’s end
—Have you got another euro or fifty cents?
—Can’t be the young guy
—They’re closing soon, hurry up
—He saw a man collecting taxes
—How much are these paintings insured for
—Jesus is in shadow but his face is light
—I’m leaving now, I’ll wait outside
—Why don’t they have a guard?
—They live in semi-darkness and suddenly there’s light
—It’s going out

Veinte años del 9/11: Poesía para un mundo mutilado

“En ciertos periodos de la historia sólo la poesía—la suprema versión del lenguaje—es capaz de tratar con la realidad gracias a que la condensa en algo asible, algo que la mente no podría captar de otra manera.”

—Joseph Brodsky

Yo tenía 11 años cuando lo de las Torres Gemelas. Me acuerdo muy bien del revoloteo en el colegio. Todas las oficinas tenían los televisores encendidos y las imágenes de los aviones se repetían una y otra vez, una y otra vez, y luego en casa, una y otra vez.

Desde entonces, he sentido esa especie de atracción y temblor que generan ese tipo de tragedias. Hay toda una literatura de artículos fascinantes y muy finos sobre las historias del 9/11 que he leído con curiosidad y reverencia. La última historia del Atlantic, “Grief, conspiracy theories, and one family’s search for meaning in the two decades since 9/11”, es una buena muestra. O el famosísimo artículo “The Falling Man”, sobre la foto de la que nadie quería hablar, que comienza de manera memorable:

In the picture, he departs from this earth like an arrow. Although he has not chosen his fate, he appears to have, in his last instants of life, embraced it. If he were not falling, he might very well be flying. He appears relaxed, hurtling through the air. He appears comfortable in the grip of unimaginable motion. He does not appear intimidated by gravity’s divine suction or by what awaits him.

Hace falta ese tono poético para escribir sobre lo inefable. Es más, cabe decir que sólo la poesía—por extensión la música—puede ofrecer consuelo cuando el dolor quiebra el uso ordinario de las palabras.

Hay un artículo del New York Times, escrito un par de semanas después de los ataques, que captura “el inquietante poder íntimo” que tiene la poesía para el consuelo: “Casi inmediatamente después, fueron surgiendo memoriales improvisados alrededor de poemas, en los escaparates de las tiendas, en paradas de autobuses… Los poemas volaban por el ciberespacio en e-mails de uno al otro lado del país.”

Versos de W.H. Auden, escritos en septiembre de 1939: “The unmentionable odour of death / Offends the September night.”

Versos de Yeats: “All the words that I utter, / And all the words that I write, / Must spread out their wings untiring, / And never rest in their flight, / Till they come where your sad, sad heart is.”

Versos de Marianne Moore: “What is our innocence, / what is our guilt? All are / naked, none is safe.

Versos de Shakespeare: “When I have seen by Time’s fell hand defaced / The rich proud cost of outworn buried age; / When sometime lofty towers I see down-rased / And brass eternal slave to mortal rage; […] / Ruin hath taught me thus to ruminate, / That Time will come and take my love away. / This thought is as a death, which cannot choose / But weep to have that which it fears to lose.”


En el 2001, Billy Collins, uno de mis poetas preferidos, tenía el terrible honor de ser el poeta laureado de los Estados Unidos. La poesía, siempre moviéndose al margen, de repente comenzó a ser la lengua franca entre quienes más sufrían. En un comentario para el artículo citado, Collins apuntaba: “Es interesante que en tiempos de crisis no nos volvemos hacia la novela o decimos ‘Es hora de ir al cine’ o ‘Un ballet podría ayudarnos’. Siempre es la poesía. Lo que queremos oír es una voz humana hablándonos directamente al oído.”

Al año siguiente, el Congreso le pidió a Collins que escribiera un poema con ocasión del primer aniversario de los ataques. Una cosa es acudir a poemas que ya se han escrito en busca de consuelo. Otra cosa es escribir cuando aún están abiertas las heridas… ¡y para un evento del Congreso! Alguien dijo que quizá para los “first responders” y Collins pensó que no, que él no se prestaría para eso, por mucho que Nueva York fuera su ciudad y el dolor de tantos fuera también muy suyo. El estilo de Billy Collins, por otra parte, no tiene nada de sublime ni elegíaco. Sus poemas hablan de lo que, quizá, piensan los perros, de Cheerios (el cereal), de ratones de campo, ¿cómo asumir un trauma como aquél?

Si al final escribió uno, cuenta Collins, es porque el poema se llegó él solo, como tocando a la puerta. Una madrugada se le ocurrió que el poema tenía que centrarse en honrar a los muertos, sin tocar en los otros grandes asuntos geopolíticos, y que necesitaba ciertas restricciones, unos límites claros. Pensó entonces que las letras del abecedario serían el hilo conductor que lo guiaría en el poema. Así surgió el poema “The Names”, en el que usa el nombre de una de las víctimas por cada letra. La única letra para la que no había un nombre era la “X”—y de esa nota accidental surge uno de los versos más impactantes. Es un poema bellísimo, que logra incluso trascender su naturaleza ocasional de la sesión especial que tuvo el Congreso en Nueva York.

The Names

Yesterday, I lay awake in the palm of the night.
A soft rain stole in, unhelped by any breeze,
And when I saw the silver glaze on the windows,
I started with A, with Ackerman, as it happened,
Then Baxter and Calabro,
Davis and Eberling, names falling into place
As droplets fell through the dark.
Names printed on the ceiling of the night.
Names slipping around a watery bend.
Twenty-six willows on the banks of a stream.
In the morning, I walked out barefoot
Among thousands of flowers
Heavy with dew like the eyes of tears,
And each had a name —
Fiori inscribed on a yellow petal
Then Gonzalez and Han, Ishikawa and Jenkins.
Names written in the air
And stitched into the cloth of the day.
A name under a photograph taped to a mailbox.
Monogram on a torn shirt,
I see you spelled out on storefront windows
And on the bright unfurled awnings of this city.
I say the syllables as I turn a corner —
Kelly and Lee,
Medina, Nardella, and O’Connor.
When I peer into the woods,
I see a thick tangle where letters are hidden
As in a puzzle concocted for children.
Parker and Quigley in the twigs of an ash,
Rizzo, Schubert, Torres, and Upton,
Secrets in the boughs of an ancient maple.
Names written in the pale sky.
Names rising in the updraft amid buildings.
Names silent in stone
Or cried out behind a door.
Names blown over the earth and out to sea.
In the evening — weakening light, the last swallows.
A boy on a lake lifts his oars.
A woman by a window puts a match to a candle,
And the names are outlined on the rose clouds —
Vanacore and Wallace,
(let X stand, if it can, for the ones unfound)
Then Young and Ziminsky, the final jolt of Z.
Names etched on the head of a pin.
One name spanning a bridge, another undergoing a tunnel.
A blue name needled into the skin.
Names of citizens, workers, mothers and fathers,
The bright-eyed daughter, the quick son.
Alphabet of names in a green field.
Names in the small tracks of birds.
Names lifted from a hat
Or balanced on the tip of the tongue.
Names wheeled into the dim warehouse of memory.
So many names, there is barely room on the walls of the heart.


Wislawa Szymborska también escribió un poema, probablemente inspirada en la fotografía en la que se basa el tremendo artículo de Junod que mencionábamos arriba. Como Billy Collins, al final hay una insinuación a todo lo que no cabe en el poema, lo que no se puede decir.

Fotografía del 11 de septiembre

Saltaron hacia abajo desde los pisos en llamas:
uno, dos, todavía unos cuantos
más arriba, más abajo.
La fotografía los mantuvo con vida,
y ahora los conserva
sobre la tierra, hacia la tierra.
Todos siguen siendo un todo
con un rostro individual
y con la sangre escondida.
Hay suficiente tiempo
para que revolotee el cabello
y de los bolsillos caigan
llaves, algunas monedas.
Siguen ahí al alcance del aire,
en el marco de espacios
que justo se acaban de abrir.
Solo dos cosas puedo hacer por ellos:
describir ese vuelo
y no decir la última palabra.

(Versión de Gerardo Beltrán y Abel Murcia)


El poema “oficial” del 9/11, sin embargo, fue el otro polaco, Adam Zagajewski. El 24 de septiembre del 2001, The New Yorker cerró su edición con un poema que Zagajewski había escrito el año anterior, pensando en las aldeas que quedaron desoladas tras el desplazamiento de los pueblos ucranianos y lemkos por las autoridades comunistas durante la segunda guerra mundial. Que un poema pueda adquirir un significado nuevo en un contexto completamente distinto es una de las maravillas de la literatura, que lo más concreto pueda volverse lo más universal.

Try to Praise the Mutilated World

Try to praise the mutilated world.
Remember June’s long days,
and wild strawberries, drops of wine, the dew.
The nettles that methodically overgrow
the abandoned homesteads of exiles.
You must praise the mutilated world.
You watched the stylish yachts and ships;
one of them had a long trip ahead of it,
while salty oblivion awaited others.
You’ve seen the refugees heading nowhere,
you’ve heard the executioners sing joyfully.
You should praise the mutilated world.
Remember the moments when we were together
in a white room and the curtain fluttered.
Return in thought to the concert where music flared.
You gathered acorns in the park in autumn
and leaves eddied over the earth’s scars.
Praise the mutilated world
and the gray feather a thrush lost,
and the gentle light that strays and vanishes
and returns.

(Esta la versión de Clare Cavanagh que se publicó en el New Yorker. Hay un pequeño error, que me encanta, culpa de un pequeño doblez en el escaneado que le envió Zagajewski. Lo cuenta Cavanagh en una entrevista que le hicieron tras la muerte del poeta. En lugar de “drops of wine, the dew” tendría que decir “drops of rosé wine”. Pero, felix culpa, ¿no es estupendo ese toque del rocío?” Aquí hay una traducción del inglés al español).

Es un poema bellísimo, con ese ritornello tan consolador, a medida que van cambiando de intensidad:

Intenta celebrar el mundo mutilado.
Tienes que celebrar el mundo mutilado.
Deberías celebrar el mundo mutilado.
Celebra el mundo mutilado.

Quizá esa sea la principal labor del poeta. Quizá por eso, como decía Billy Collins, en tiempos difíciles al final siempre se vuelve a la poesía.


Rilke—por algo es el poeta que es—lo decía mejor:

Tell us, poet, what is your task?
—I praise.
But the murderous things, the monstrous things,
how do you endure them, how can you bear them?
—I praise.
But the mysteries which are anonymous and nameless, how, poet, can you still invoke them?
—I praise.
By what right can you presume, in all your disguises,
and in every kind of mask, to remain true?
—I praise.
And how is it that both stillness and turbulence know you like star and storm?
—Because I praise.

(Versión de Jurg Schmid y Paul Murray)